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Les adjunto un articulo sobre Fisica Hiperdimensional que me parece interesante. ( Donde la Fisica y lo Esoterico, parecen encontrarse.)
En LVX
FL VENERATOR
Física hiperdimensional
El gran
secreto
De los ovnis a la Alquimia, de las pirámides de
Egipto al Ocultismo, los que nos hemos interesado por estos temas hemos sentido
alguna vez, aunque solo fuera como una fugaz intuición, que estos misterios
podían tener un nexo común, un secreto que, una vez desvelado, haría que todo
adquiriera sentido. Pues bien, es posible que ese secreto exista y este en
posesión de unos pocos privilegiados, pero será por poco tiempo, porque todo
indica que está a punto de ser revelado...
Santiago Camacho (publicado en el núm. 126 de Año
Cero)
El pasado mes de junio, un equipo de científicos liderado por el Dr. Lijun Wang de los laboratorios NEC de Princeton, consiguió algo que hasta aquel mismo día había sido considerado imposible, romper la barrera de la velocidad de la luz acelerando hasta trescientas veces su velocidad normal un pulso luminoso procedente de un láser. Muchos vieron en este acontecimiento un momento histórico en el que aparecía la primera grieta en el hasta ahora sólido edificio de la física einsteiana. Por eso, ahora que llega el año 2001, una fecha emblemática, tiempo de cambios que tradiciones milenarias de los cinco continentes coinciden en calificar como el final de una era y el comienzo de una nueva Edad de Oro para la Humanidad, tal vez sea el momento de replantearnos algunos dogmas y echar una mirada a un futuro tan inquietante como esperanzador.
Sintamos por un momento como sería nuestro
mundo, ese mundo cotidiano en el que nos devanamos los sesos para pagar las
facturas y con lo que nos sobra bajamos a comprar el pan, si las cosas fueran
diferentes. Cada día, el depósito de nuestro automóvil reclama su ración de
carburante indiferente a las vertiginosas subidas de los precios del petróleo.
Es más, en cada producto o servicio que compramos o contratamos una buena parte
del precio va destinada a pagar la energía empleada en producirlo y
transportarlo hasta los puntos de venta. Pero, ¿qué sucedería si esa energía
fuera virtualmente gratuita? La consecuencia inmediata es que nuestro nivel
adquisitivo ascendería hasta niveles considerablemente más altos que los
actuales, es más, ese proceso se reproduciría a escala mundial haciendo que la
pobreza y el hambre desaparecieran de nuestro planeta... ¿Utópico
verdad?
Vayamos un poco más lejos en la utopía. ¿Y si fuéramos
capaces de gobernar el clima, la estructura de la materia, el curso de nuestra
propia biología y, en general, cualquier fuerza de la naturaleza que pudiéramos
imaginar y algunas que aún ni imaginamos? Nuestra especie se vería libre de
todas las esclavitudes a las que se ha visto sometida desde los orígenes de su
existencia. Estaríamos ante un mundo sin trabajo, sin vejez, sin enfermedad, en
el que cada persona sería libre de encaminar su vida y su talento por los
senderos que estimase oportuno. Ya sé que muchos estarán pensando ahora que tal
poder traería tantos males como beneficios y que el ser humano, llevado por la
ambición, el miedo, la ira y la agresividad que le son naturales terminaría
convirtiendo tal don en el arma de su destrucción. Seguramente sería así pero,
puestos a imaginar, podría suceder algo más, algo que supusiera en tal escenario
la diferencia entre en paraíso y el infierno.
Pongamos que por algún acontecimiento cósmico
de escala inconcebible el ser humano se viera abocado de forma inevitable a dar
el siguiente paso en su perfeccionamiento. Que la forma en que su cerebro recibe
y organiza la información cambiara sustancialmente haciéndole ver las cosas con
una mayor amplitud, con más profundidad, de manera que comenzara, no solo a
comprender mejor su entorno y a sus semejantes, sino que se sintiera en armonía
con ellos y no hubiera necesidad de conflicto alguno.
Bonita historia,
¿verdad? Pues bien, todo esto no solo es posible, sino que podría estar
empezando a suceder. Indicios recogidos en todo el mundo nos llevan a pensar que
estamos en vísperas de conocer el gran secreto que se halla tras de muchos
enigmas de nuestro mundo. Más aún, ese gran secreto puede haber comenzado a
actuar sobre nosotros sin que nos demos cuenta de ello.
La edad de oro
Admítasenos comenzar con un ejercicio de recapitulación, de
síntesis de un sin fin de historias que han llegado hasta nosotros a través de
las más variadas fuentes. El guión general de esta historia seguramente será
familiar para la mayoría de nuestros lectores. Sucedió en una época
increíblemente remota, posiblemente decenas de miles de años antes de la
aparición de nuestros primeros registros históricos. En aquel tiempo existió una
civilización cuyo recuerdo ha pervivido en las leyendas, mitos y religiones de
la práctica totalidad de los pueblos de la Tierra. No solo eso, como sombra
insinuada de su grandeza, en diversos lugares del globo han sobrevivido
edificios y artefactos que se han convertido en una pesadilla para científicos e
historiadores que se las ven y se las desean a la hora de ubicarlos de manera
que encajen con su visión de la historia. Líneas dibujadas en los desiertos de
Nazca, ciclópeos muros sepultados bajo las aguas del Pacífico u objetos más
modestos, como esas manufacturas de aluminio que aparecieron sin venir a cuento
en la tumba de un antiguo emperador chino o la rudimentaria batería eléctrica
que yace olvidada en los sótanos de algún museo de Bagdad.
No sabemos si
fueron seres humanos o algo diferente, si eran originarios de nuestro planeta o
llegaron hasta él a consecuencia de alguna inimaginable peripecia. Lo que si
sabemos, porque en esto si coinciden todas las fábulas que sobre ellos se
escribieron a lo largo de los siglos, es que eran dueños de conocimientos
científicos y tecnológicos que les permitían realizar milagros inaccesibles aún
para nosotros, haciéndoles aparecer como dioses a los ojos de nuestros
antepasados.
Pero no eran dioses, tan solo los depositarios
de un secreto que les otorgaba poder casi ilimitado. Nunca podremos conocer si
ese secreto llegó a sus manos por la vía de la casualidad o tras generaciones de
esfuerzo e investigación. Pero estamos seguros de que no eran dioses porque en
lo que también coinciden esas leyendas es en que ese poder fue seguramente la
causa de su crepúsculo. La Atlántida, Lemuria o como se la quiera designar,
desapareció casi de la noche a la mañana, destruida por la insensatez de sus
habitantes que borrachos de soberbia hicieron un mal uso del don que se les
había otorgado. Los supervivientes se dispersaron por todo el globo iluminando a
nuestros primitivos antepasados con la luz de su conocimiento. Fueron ellos los
protagonistas de esas leyendas que nos hablan de misteriosos personajes que
instruyeron a los hombres y levantaron de la nada poderosas civilizaciones. Con
el discurrir de los siglos, la antigua ciencia, transmitida de maestro a
discípulo a través de generaciones de iniciados, se fue contaminando de
superstición. Quedaron los ritos, las formas, pero la explicación que había tras
de todo ello se había extraviado hacía mucho tiempo. Así nacieron las ciencias
ocultas, la Astrología, la Alquimia, las disciplinas espirituales y hasta la
magia.
Llegaron nuevos tiempos, y con ellos una nueva civilización
y una nueva ciencia que consideraba los patéticos restos de la antigua como mera
quincalla oscurantista. Pero es posible que la antigua ciencia no se haya
perdido para siempre y ahora mismo estemos en los umbrales de adquirir un
conocimiento que, en cuanto a poder y comprensión del Universo, nos colocaría a
la misma altura de aquellos míticos seres. El secreto comienza a dibujarse a
partir de una nueva ciencia (o tal vez no tan nueva, quien sabe) llamada Física
Hiperdimensional.
Consignado en el tiempo
En 1976 el mundo esperaba expectante las primeras
fotografías tomadas por la sonda espacial Viking. Por fin teníamos una rendija
por la que asomarnos a los misterios de Marte, el planeta rojo que desde siempre
había cautivado la imaginación colectiva de la Humanidad. Pero nadie podía
imaginar que esas fotografías enviadas desde millones de kilómetros de distancia
serían las portadoras de secretos demasiado inquietantes, demasiado
desestabilizadores, tanto que la propia NASA tomó cartas en el asunto para
intentar hacerlos desaparecer. Las imágenes procedentes de la región conocida
como Cydonia mostraban la existencia de un vasto conjunto de cuerpos de
apariencia artificial entre los que destacaba la bautizada como "esfinge de
Marte", una gigantesca cabeza esculpida en piedra cuyo rostro, orientado hacia
el espacio, nos devolvía la curiosa mirada que habíamos dirigido hacia nuestro
planeta vecino.
A partir de ese momento, personajes como Richard Hoagland,
Vincent di Pietro, Gregory Molenaar o Mark Carlotto, todos ellos provistos de
intachables credenciales científicas por más que les pese a los escépticos de
turno, consagraron sus vidas al estudio de lo que creían podía constituir la
primera prueba material de vida inteligente extraterrestre. Las polémicas
imágenes fueron estudiadas hasta el último píxel, se utilizaron complejos
procedimientos informáticos para analizarlas y se trazaron detalladas
cartografías de la zona con ayuda de los métodos más sofisticados. Ni la
consecuente campaña de desprestigio del caso que llevó a cabo la NASA echando
mano de personalidades tan conocidas como Carl Sagan fue suficiente para
silenciar las voces que reclamaban un estudio oficial de la región de
Cydonia.
Pero sería en 1988 cuando la investigación sobre las
anomalías marcianas tomaría un nuevo rumbo de la mano de Erol Torun, cartógrafo
y analista de sistemas en la agencia cartográfica de la defensa. De las
estructuras que se alzan en la llanura de Cydonia la conocida como pirámide
D&M atrajo especialmente la curiosidad de este experto en el análisis de
imágenes aéreas. En la esquina sur suroeste de la region de Cydonia, a una
distancia de la "esfinge" exactamente igual a 1/360 del diámetro polar marciano,
se encuentra una estructura de un tamaño tal que resulta difícilmente
concebible. La pirámide D&M recibe este nombre en honor a sus descubridores
Vincent Dipietro y Gregory Molenaar. Tiene una altura aproximada de 800 metros y
un diámetro de casi tres kilómetros. Se trata de una pirámide pentagonal cuyos
lados están dispuestos en ángulos de 30 grados. En su construcción se debió
emplear 1.5 kilómetros cúbicos de material y su colocación respecto a los otros
objetos de Cydonia dibuja un perfecto triángulo equilátero. Torun, a pesar de
sus amplios conocimientos de Geomorfología, no conocía ningún mecanismo natural
que pudiera explicar su formación. Fue precisamente esto lo que le movió a
analizar cuidadosamente su geometría, tanto interna como en relación con las
otras anomalías de Cydonia. A pesar de estar vivamente impresionado por la
simetría del objeto, él mismo confesó más tarde que no estaba preparado para lo
que iba a encontrar.
Codificadas en la estructura de aquel objeto
al que la NASA alegremente había calificado como "formación natural", el
cartógrafo descubrió una serie de relaciones matemáticas, constantes y
expresiones sumamente específicas y redundantes, cuya probabilidad de que se
originaran por casualidad se encuentra cercana a cero. Entre otras cosas, los
números e y pi (constantes de importancia fundamental en Geometría) aparecían
repetidamente, combinados de todas las maneras posibles tanto en sus ángulos,
como en las relaciones entre estos y sus respectivas funciones
trigonométricas.
Esto, de por sí constituía un asombroso
descubrimiento, quedó rápidamente empequeñecido al descubrirse que esas mismas
relaciones matemáticas se repetían con increíble precisión si se trazaba una
serie de líneas imaginarias que unieran entre sí los edificios de la famosa
llanura marciana. Todo formaba parte de un complejo diseño que repetía
insistentemente los mismos números, figuras y ángulos. Estaba claro que aquello
constituía un mensaje dibujado por criaturas inteligentes y expresado en el
lenguaje más universal que existe, las matemáticas. Si tantas molestias se
tomaron sus constructores, levantando edificios que harían palidecer de envidia
a las mayores creaciones del ser humano, algo de suma importancia habrían
querido transmitirnos. La pregunta era ¿qué?.
Aquello era un enigma que
inquietaba especialmente a Richard Hoagland, el principal investigador actual
del tema de Cydonia. Hoagland no es ningún advenedizo en el campo científico.
Entre otros muchos puestos oficiales fue el asesor para asuntos espaciales de la
cadena de televisón norteamericana CBS durante el proyecto Apolo. Durante meses
trabajó con aquellas líneas misteriosas, buscándoles sentido, intentando
descifrar su mensaje. Por fin, un buen día, la verdad aparecido súbitamente ante
sus ojos y esta fue más increíble que el más increíble de sus sueños. En la
llanura de Cydonia, a millones de kilómetros de nuestro planeta, olvidados
durante miles de años, se encontraban dibujados con absoluta precisión los
postulados teóricos básicos de una ciencia olvidada que hizo furor a finales del
siglo XIX para, más tarde, caer en el olvido de la ortodoxia científica, que la
consideró como algo inaceptablemente revolucionario; la física
hiperdimensional.
Basándose en este conocimiento, Hoagland pudo establecer varias predicciones que al ser comprobadas resultaron ser ciertas. Así, descubrió que según los postulados de la física hiperdimensional existe una importante relación entre un tetraedro y la esfera donde está inscrito. Considerando a los planetas como esferas y colocando el vértice de ese imaginario tetraedro en uno de los polos, los otros tres vértices a caen a la altura del paralelo 19,5. Pues bien, curiosamente en esa misma localización geográfica es de donde se encuentran los mayores focos de inestabilidad de cada planeta; en la tierra coincide con el cinturón volcánico del Pacífico –el volcán Mauna Kea está a 19.6 grados Norte–, el gigantesco monte Olimpo de Marte (el mayor volcán del Sistema Solar) se encuentra a 19.3 grados Norte, la gran mancha roja de Júpiter está exactamente a 19.5 grados Sur y algo similar ocurre en Neptuno, que tiene una mancha similar a la de Júpiter, solo que de color azul, y en el Sol, donde la mayor incidencia de manchas se da precisamente alrededor del paralelo 19.5. ¿Existe realmente una explicación a este puzzle?
La física hiperdimensional
La aparición de
estos ?vórtices planetarios? ya había sido predicha hace un siglo por el físico
James Clerk Maxwell a través de una teoría denominada Física Hiperdimensional.
Son pocos los estudiantes de física actuales que han oído hablar de ella, sin
embargo, la Física Hiperdimensional supuso un paso ineludible en el camino hacia
las modernas teorías cuánticas o de la relatividad. Sus postulados fueron
propuestos por personajes del más alto rango científico de la época y tan poco
dados a especulaciones paracientíficas como Helmholtz, Lord Kelvin, Faraday, el
propio Maxwell y otros muchos menos conocidos que se aventuraron valientemente
en terrenos jamás hollados anteriormente por la inteligencia humana. Este grupo
de pioneros llegó a la conclusión de que nuestra realidad tridimensional no es
sino apenas la parte visible para nosotros de un universo pluridimensional en el
que conceptos como el tiempo o el espacio perderían su significado. En la
interacción entre esas dimensiones y la nuestra se encontraría el secreto de
muchos fenómenos hasta ahora inexplicables e incluso del propio surgimiento de
la vida sobre nuestro planeta.
Los padres de la física hiperdimensional
llenaron pizarras con interminables cálculos, desarrollaron ingeniosos modelos
cosmológicos y levantaron un verdadero edificio de relaciones matemáticas y
geométricas, las mismas que más tarde aparecerían en un lugar tan insospechado
como la superficie de Marte. Sabían que en determinadas circunstancias tendría
que existir un flujo de energía de esas otras dimensiones hacia la nuestra.
Concretamente, afirmaban que un sistema giratorio en un espacio de cuatro
dimensiones aparecerían una serie de vórtices de energía al ser proyectado en un
espacio de tres dimensiones como el nuestro. Ese fenómeno se produciría
¡exactamente a 19.5 grados del ecuador! Sin embargo, lo novedoso de la idea la
hizo blanco de numerosos ataques y terminó cayendo en el cajón del olvido
científico. Es célebre en este sentido como el físico británico Oliver Heaviside
calificaba el trabajo de Maxwell como ?místico? y ?obra del diablo? precisamente
por tratar con conceptos hiperdimensionales.
No sería hasta mediados de
la década de los 60 cuando un hallazgo astronómico aparentemente irrelevante
vino a comenzar a apoyar los planteamientos de aquellos pioneros. Las
observaciones realizadas a través de los primeros espectrógrafos demostraron que
el planeta Júpiter desprende una "radiación infrarroja anómala", esto es, que
emite mucha más energía de la que recibe del Sol. Posteriormente, las sondas
Pioneer y Voyager pusieron de manifiesto que el mismo fenómeno inexplicable se
repetía en Saturno, Urano y Neptuno. Esto constituye una anomalía cósmica de
primer orden y una contradicción manifiesta a las leyes de la termodinámica -las
que nos dicen que la energía ni se crea ni se destruye-. Si en estos astros no
se producen procesos de fusión nuclear que puedan generar calor y la cantidad de
radiación emitida al espacio es muy superior a la que correspondería a la suma
del calor interno del planeta y el que recibe del sol entonces, ¿de dónde
procede esa energía?
Para la Física Hiperdimensional la respuesta es
obvia. La combinación entre la masa de los planetas y su momento angular (la
energía de su desplazamiento alrededor del Sol) genera un punto de contacto
entre las dimensiones a través del cual se produce una transferencia de energía.
Esto se puede cuantificar a través de la fórmula L=mr2, en la que L es la
energía resultante, m la masa y r el momento angular. Dicho llanamente,
recibimos aportes energéticos de dimensiones ubicadas por encima de la nuestra,
y el propio sistema solar funciona como un mecanismo que genera los portales a
través de los cuales penetra esa energía.
Los parámetros físicos y
matemáticos requeridos para esta transferencia de energía e información
procedentes de un hipotético espacio n-dimensional fueron establecidas en su
momento como ya hemos visto, por personalidades científicas del siglo XIX de la
talla del matemático alemán Georg Riemann; El físico escocés Sir William
Thompson; el ya citado James Clerk Maxwell; y el matemático británico Sir
William Rowan Hamilton. Fue concretamente el matemático Arthur Cayley el que
estableció las relaciones geométricas interdimensionales que aparecen, no sólo
en la llanura de Cydonia, sino en la Geometría Sagrada que durante milenios ha
acompañado a las prácticas esotéricas más diversas.
No obstante hay una objeción que resulta legítimo hacer? Está muy bien que exista una Física Hiperdimensional en la mecánica celeste o en las complicadas fórmulas de un grupo de visionarios del siglo pasado pero, ¿no hay algo más actual, más tangible, que pueda confirmarnos que estamos ante un indicio que pueda conducirnos a la antigua ciencia de los dioses? Es posible que lo haya?
Fusión fría
Entre el 6 y el 9 de
diciembre de 1993 tuvo lugar la cuarta conferencia de fusión fría en Maui,
Hawai, muy cerca del paralelo 19.5 curiosamente. 250 científicos de todo el
mundo se habían reunido para tratar lo que podía ser el mayor hallazgo de la
historia. Se presentaron más de 150 ponencias del más alto nivel y asistieron
los padres de esta disciplina Stanley Pons y Martin Fleischmann, que habían
acudido desde el laboratorio que en Niza ha montado para ellos TECHNOVA, una
subsidiaria de Toyota. Pero la conferencia de Maui fue el último gran
acontecimiento en el campo de la fusión fría, marginado por la ciencia oficial.
A pesar de que en todo el planeta (y muy especialmente en Japón) existen equipos
investigación que continúan trabajando sobre este tema, su labor no tiene
ninguna salida a la opinión pública si no es a través de revistas especializadas
como Infinite energy. Ningún investigador "respetable" quiere que se le
relacione con la fusión fría. Las revistas científicas de más prestigio (Nature,
Scientific American?) rechazan sin leerlo cualquier trabajo que reciban sobre la
materia. Aquellos que a pesar de la postura oficial al respecto se deciden a
investigar el tema se ven inmisericordemente acosados, sean cuales sean sus
credenciales académicas, por sus antiguos colegas. ¿Por qué está
persecución?
Los orígenes de la fusión fría se encuentran en los
trabajos de una pareja de físicos llamados Pons y Fleischmann, que el 23 de
marzo de 1989 convocaron una rueda de prensa en la Universidad de Utah, para
realizar un asombroso anuncio. Según habían comprobado repetidas veces, la
electrolisis de agua pesada empleando electrodos de platino y paladio tenía como
resultado una producción de energía calorífica mayor que la correspondiente a la
electricidad utilizada. Si se encontraba una forma de aprovechar este calor,
habrían encontrado una fuente inagotable y gratuita de energía. El informe
levantó una encendida poléca. Durante las cinco semanas siguientes los medios de
comunicación se hicieron eco de como en diferentes partes del mundo otros
científicos obtenían los mismos resultados. Sin embargo y contra todo
pronóstico, el 1 de mayo de 1989, la American Physical Society dio carpetazo a
todo el asunto catalogándolo de mera "superchería científica". Sin embargo, ello
no desalentó a decenas de investigadores que, patrocinados por empresas
multinacionales como Toshiba, Hitachi, Toyota, Exxon o Carterpillar –más
interesadas en los resultados económicos que en los prejuicios científicos–
continúan realizando avances en este terreno.
Aunque quizá hablar de
avances sea un tanto atrevido. Los experimentos originales han sido reproducidos
–incluso mejorados– en incontables ocasiones, pero nadie ha sido capaz de dar un
paso definitivo en la explicación del fenómeno, una anomalía científica de
primer orden. Técnicos competentes, con amplia experiencia en el laboratorio, se
desesperan al comprobar cómo el mismo experimento, idéntico hasta el mínimo
detalle, arroja resultados diferentes cada vez que se realiza. A veces no sucede
nada en absoluto, otras, en cambio, la producción de calor es intensísima, e
incluso sigue produciéndose cuando ya se ha dejado de proporcionar electricidad
al sistema. Para añadir confusión, se ha comprobado que determinadas frecuencias
acústicas actúan de catalizador de estas reacciones y que, en no pocas
ocasiones, se producen transmutaciones en el interior de los electrodos o
inexplicables manifestaciones luminosas en los vasos que contienen el líquido.
Todo esto sería un sin sentido de no ser porque los resultados, aunque
caprichosos, son perfectamente mensurables dentro de la más rígida ortodoxia del
método científico.
Tal vez los antiguos alquimistas (depositarios a fin de
cuentas de los vestigios de la antigua ciencia) pudieran aportar algo de luz a
los trabajos de sus modernos seguidores. Ellos sabían bien que determinados
momentos astrológicos eran más propicios que otros a la hora de llevar a cabo
sus operaciones transmutatórias. Bajo el prisma de la física moderna esto es una
insensatez pero, considerado bajo la perspectiva de la física hiperdimensional,
todo adquiere un sentido muy claro ya que, como hemos visto anteriormente, es
precisamente el curso de los planetas el que marca la pauta de transferencia de
energía entre las dimensiones, posiblemente esa misma energía que se detecta en
los recipientes de la fusión fría pero acerta a explicar de dónde proviene. Por
otro lado, resulta curioso que tanto el paladio como el platino, así como el
alunimio (empleado también en experimentos de fusión fría) tengan una estructura
cristalina en forma de tetraedro y sus átomos se organicen formando esta misma
figura geométrica, clave en las fórmulas de la física hiperdimensional. Es muy
probable que estos exploradores en el campo de la fusión fría estén
redescubriendo algunos de los secretos que ya conocían los antiguos alquimistas
y puede que alguien haya llegado un poco más lejos aunque amparado en las
sombras de un impenetrable secreto?
El gran secreto
Es posible que estemos
otorgando atributos de máxima novedad a algo que determinados grupos podrían
haber conocido y desarrollado en secreto desde hace años. En la comunidad de los
estudiosos de las conspiraciones hace tiempo que existe una creencia muy
extendida respecto a la existencia de un "gran secreto" que explicaría en buena
parte de los casos de conspiración y encubrimiento que envuelven al gobierno
estadounidense. La mayor parte de estos estudiosos opina qué este secreto podría
estar relacionado con los aparatos que incesantemente vienen avistándose en
nuestros cielos desde que en 1947 comenzara a hablarse de ?platillos volantes?.
Pero existe otro sector que, afinando un poco más, opina que tras este muro de
silencio se oculta el encubrimiento de toda una nueva rama de la ciencia, cuyo
desarrollo tecnológico habría sido llevado a cabo en secreto durante los últimos
50 años. La Física Hiperdimensional podría muy bien ser esa ciencia.
Aquí
podría encontrarse la explicación al interés, por supuesto extraoficial, que
diversos departamentos gubernamentales norteamericanos han mostrado por los
trabajos del heterodoxo y genial inventor Nicola Tesla, plenamente convencido de
la existencia de otras dimensiones y de nuestra capacidad para contactar con
ellas. También se explicaría la implacable persecución que sufrió en vida otro
inventor genial, Wilhem Reich, cuyo trabajo ha sido sistemáticamente suprimido
por un organismo con tan pocas atribuciones el campo de la corrección científica
como pueda ser el FBI. Reich había dado con una fuente de energía libre (orgón
la llamaba) a la que accedía a través de "generadores" en los que una serie de
formas geométricas –en especial las asociadas al tetraedro– tenían una vital
importancia. De igual forma, la existencia de un desarrollo tecnológico tan
secreto como apartado de la ciencia convencional explicaría la existencia en el
seno de las altas esferas militares de conocimientos más propios de la
ciencia-ficción que de nuestro mundo como los aludidos por incontables testigos
de diversos casos de conspiración, desde el famoso experimento Filadelfia hasta
el HAARP (un proyecto ultra secreto para controlar el clima con fines militares,
cuya sede se encuentra en Alaska) pasando por las misteriosas actividades que se
desarrollan en la mítica área 51. También quedaría explicada de esta manera la
serie de incongruencias y ocultaciones en las que lleva años incurriendo la NASA
en lo tocante al tema de Cydonia, o el súbito interés que la Ballistic Missile
Defense Organization, dependiente del Pentágono, ha tomado por la exploración de
nuestro satélite, en donde según Richard Hoagland podría haber señales parecidas
a las dejadas en Marte.
Pero, ¿por qué suprimir una tecnología que
podría suponer el inicio de una edad de oro para la humanidad? Aquí ya no
estamos hablando de mantener una ventaja estratégica sobre un potencial enemigo
o de oscuros intereses económicos asociados a los grandes cárteles de la
energía. Lo que está en juego en este tema de esa algo aún más importante. Con
una fuente de energía virtualmente gratuita y sin contar con otras insospechadas
aplicaciones que pudiera tener la tecnología hiperdimensional (viajes
espaciales, transmutación de los elementos, control del clima...) nos
encontraríamos ante un cambio radical de toda la estructura social y geopolítica
a escala mundial. La energía libre traería consigo que prácticamente cualquier
producto de los que adquirimos habitualmente tuviera un precio hasta un 80%
menor del actual. El sistema económico mundial se derrumbaría bajo el peso de
toneladas de oro producido en el laboratorio y que ya no tendría ningún valor.
Conceptos como riqueza, pobreza o propiedad se convertirían en meros recursos
retóricos sin ninguna realidad social que los respaldase. Se abriría una época
de caos, pero también de esperanza y eso sea lo que no están dispuestos a
permitir quienes actualmente desarrollan esa tecnología al servicio de sus
inconfesables planes. Pero con su colaboración o sin ella parece ser que las
cosas van a cambiar, ya que la física hiperdimensional también cumple su papel
en el proceso de la evolución planetaria y todo indica que estamos en el umbral
de un cambio.
Un salto evolutivo
Conocedor de
todos los datos que acabamos de exponer, el autor norteamericano David M. Jinks
los ha estudiado cuidadosamente y ha elaborado la que quizá sea la teoría más
importante de cuantas rodean en controvertido asunto de la Física
Hiperdimensional, la cual ha expuesto en un libro sumamente revelador titulado
titulado The monkey and the tetrahedron. En él, Jinks hace un repaso de todo lo
que hemos visto hasta ahora para llegar a una sorprendente conclusión, que los
periodos de actividad Hiperdimensional están íntimamente ligados a la evolución
del ser humano y que, en la actualidad, estamos a punto de vernos inmersos en
uno de esos saltos evolutivos.
Su argumentación, a pesar de movernos en un
terreno tradicionalmente dominado por la subjetividad, no puede ser, sin
embargo, más racional. La práctica totalidad de los textos espirituales,
antiguos o modernos, insisten en recalcar la importancia del amor como llave que
abre las puertas de la evolución humana. El amor es aceptación incondicional o,
dicho de otra forma, un flujo completamente libres y sin restricciones de
información, que puede tomar la forma de palabras, pensamientos o pura energía.
En un mundo donde la aceptación incondicional fuera la regla, la energía en
todas sus formas fluiría coherentemente sin ningún tipo de resistencia. El amor,
descrito de esta manera, sería el estado ideal para la transmisión de la
energía. Ahora, consideremos este concepto en términos de la física
hiperdimensional. En el punto más alto de uno de estos periodos en los que la
transmisión de energía desde otras dimensiones crece considerablemente, cuando
la geometría del sistema está perfectamente alineada para permitir el flujo de
información procedente de dimensiones más altas hacia nuestra realidad, ¿qué
sucede? Básicamente, que aquellos sistemas que estén dispuestos a aceptar sin
resistencia el flujo energético que les llegue se verán positivamente influidos,
transformados, por éste, mientras que aquellos que opongan resistencia al nuevo
patrón de vibraciones sufrirán toda una serie de consecuencias
adversas.
Pues bien, a través de las predicciones de la Física
Hiperdimensional Jinks nos dice que esos periodos de máxima transferencia se dan
cíclicamente y vienen a coincidir con aquellos momentos en los que nuestro
planeta se producen grandes convulsiones evolutivas, con extinciones en masa de
ciertas especies y la aparición o transformación de otras. Lo más inquietante es
que todos los datos parecen indicar que precisamente ahora nos encontramos
inmersos en uno de esos momentos.
Es de justicia dejar constancia de que estos grandes ciclos ya fueron descritos con precisión por cosmogonías tan alejadas entre si como la maya, la hindú o la de los indios Hopi norteamericanos, todas las cuales coinciden en situar en la actualidad el final de uno de estos períodos. Pero además existen pruebas objetivas que vienen a confirmar la veracidad de estas antiguas profecías. Uno de estos parámetros, es la llamada resonancia de Schumann, que es una serie de ondas estacionarias que existe en la ionosfera de la tierra. La existencia de estas ondas fue pronosticada 1952 por el físico alemán W. O. Schumann, quien consiguió detectarlas en 1954. Simplificando mucho, estas ondas pueden ser descritas como la resonancia electromagnética de nuestro planeta.
Se puede pensar en esta frecuencia como en el
pulso vibratorio fundamental de la tierra, que define un patrón electromagnético
específico propio de este planeta que afecta y envuelve a todos sus habitantes.
Este patrón vibratorio es extraordinariamente estable y comprende un rango de
frecuencias de 7.8, 14, 20, 26, 33, 39 y 45 Hz. La constancia de la resonancia
de Schumann es tal que las comunicaciones militares de todo el mundo se han
establecido en base a ella.
Pero en 1987, sin razón aparente, el pulso del
planeta comenzó incrementarse. Según observaciones realizadas en el Instituto de
Meteorogía y Geofísica de la Universidad de Frankfurt y en la Universidad de
Alaska, en 1994 ese latido estable de 7,8 ciclos por segundo había aumentado
casi un 11%, alcanzando los 8, 6 Hz. En noviembre de 1996 ese incremento era aún
mayor y la habitual estabilidad de esta constante se había perdido, viéndose
sometido a imprevisibles fluctuaciones. Se trata de un hecho alarmante, no sólo
porque algo considerado hasta ahora como constante ha dejado de ser fiable, sino
porque se trata de un fenómeno absolutamente inexplicable por más que en los
informes oficiales se mencione que es "consistente con las teorías aceptadas".
Se cree que la vibración se volverá estabilizar cuando alcance los 13 Hz, el
número siguiente en la serie de Fibonacci, una progresión numérica muy
significativa dentro de la física hiperdimensional.
¿Qué quiere decir todo esto? Básicamente, que un flujo de energía de origen desconocido no sólo está penetrando en nuestro planeta, sino haciendo subir su patrón vibratorio y, con él, el de todos sus habitantes. El calentamiento del globo, el agujero de la capa de ozono o el inexplicable fenómeno al que se enfrentan psicólogos de todo el mundo al comprobar cómo los coeficientes intelectuales de los niños nacidos recientemente crecen por encima de la media sin que haya causa aparente para ello, puede ser otros síntomas de que un flujo de energía/ información está comenzando a transformar nuestro planeta. De nuestra capacidad para vibrar en armonía con él puede depender nuestra supervivencia como especie o el que venga a sustituirnos una raza que encaje mejor con el nuevo patrón.
Un universo por explorar
En un espacio
extremadamente reducido hemos intentado resumir conceptos que requerían cientos
de páginas para ser explicados adecuadamente. Nuestra intención ha sido dar a
conocer la existencia de un nuevo paradigma que podría por sí solo dar
explicación a muchos de los misterios que actualmente se consideran
irresolubles. A pesar de la incomprensión cuando no el abierto acoso por parte
de las instituciones académicas oficiales, decenas de personas trabajan
actualmente para abrir caminos en un campo que podría conducir a la humanidad
hacia la tan anhelada edad de oro. En un momento en el que la tecnología y la
ciencia en que se basa parecen estar a punto de tocar techo, y en el que una
nueva conciencia, con nuevos valores y ambiciones, se va colando de rondón en
nuestra sociedad, tal vez haya llegado el momento, querámoslo o no, de que la
humanidad avance un paso en su camino. De ser así, lo más apropiado sería que lo
hiciéramos voluntariamente porque, si esperamos a dejarnos llevar por las
circunstancias, es posible que la transición resulte mucho más dolorosa de lo
que pudiéramos imaginar.
Los tiempos están cambiando, y numerosas evidencias parecen indicar que esta vez va en serio...
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CIENCIA>
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